
Cultivo de algas marinas: aplicaciones, mercado y futuro sostenible
El mercado europeo de macroalgas alcanzó los 3.762 millones de dólares en 2024, lo que representa el 30% del mercado mundial. España destaca con un crecimiento del 388% en producción de algas, según la FAO. Descubre cómo el cultivo de algas marinas está transformando sectores como la alimentación, la cosmética, los biocombustibles y la fabricación de bioplásticos en una solución clave para la economía circular y la lucha contra el cambio climático.

Las algas no son solo eso que nos molesta en la playa o que descubrimos cuando vamos a un restaurante oriental. El cultivo de algas marinas (alguicultura) para su uso más allá del alimentario, es un sector que mueve miles de millones cada año en todo el mundo.Y aunque aún presenta importantes retos técnicos, normativos y económicos, la investigación abre la puerta a soluciones reales frente al cambio climático, la seguridad alimentaria y la transición energética.
El cultivo de macroalgas es un sector dinámico que está evolucionando a gran velocidad. Cada vez son más las startups y empresas biotecnológicas que apuestan por esta materia prima natural, desarrollando proyectos innovadores con aplicaciones prometedoras.
"Estamos apostando por buscar soluciones basadas en la naturaleza para resolver algunos de los retos que tenemos como sociedad actual", explica a PierNext Jorge Santamaría, cofundador y codirector de I+D en Algabrava, una empresa catalana que trabaja desde 2019 para desarrollar y fomentar el cultivo de algas en el mar Mediterráneo.
Mercado europeo de algas: 3.762 millones y crecimiento sostenido
China, junto con otras potencias asiáticas como Corea del Sur y Japón, continúan liderando con firmeza la alguicultura. A cierta distancia, aunque con un interés que va en aumento, les siguen algunas economías europeas y Estados Unidos, que han comenzado a apostar por la investigación e innovación en torno a las algas marinas.
El continente europeo, aunque parece que últimamente siempre llega tarde, está consolidando su presencia en la búsqueda de soluciones innovadoras para las algas. En 2024, el valor total del mercado europeo de macroalgas fue de más de 3.762 millones de dólares. Es decir, que Europa representa alrededor de un 30% del mercado mundial de macroalgas.
En países como España hay margen para la expansión, pero la producción de algas ha crecido un 388%, según datos de la FAO, lo que subraya el interés por este recurso natural y su potencial dentro de una economía circular y la economía azul.
Las macroalgas se perfilan como una de las materias primas más prometedoras de la actualidad. En 2022, la Comisión Europea puso en marcha la iniciativa Hacia un sector de las algas marinas fuerte y sostenible en la UE, una estrategia pionera que contemplaba más de 20 medidas destinadas a crear nuevas oportunidades para esta industria. El objetivo era claro: anticiparse a una demanda de algas y productos derivados cada vez mayor debido al crecimiento de la población y a los nuevos patrones de consumo más sostenibles.
Tres años después, las perspectivas para el sector de las algas siguen siendo optimistas. De hecho, se espera que el sector en Europa crezca de forma sostenida en los próximos años y que el continente siga siendo uno de los mayores importadores de productos derivados de algas marinas.
Si la industria logra sortear las dificultades y obstáculos actuales, la Comisión Europea estima que la demanda podría alcanzar los 9.000 millones de euros en el año 2030.
Una demanda impulsada principalmente por sectores como:
- cosmética
- farmacéutica
- alimentación
- energías renovables
¿Qué son las macroalgas?
- Son organismos marinos que pueden alcanzar desde pocos centímetros hasta más de 50 metros de longitud. Son fotosintéticos eucariotas, no tienen raíces, tallos ni hojas, sino que poseen un cuerpo llamado talo que se adhiere al sustrato mediante un rizoma. Se clasifican en tres grupos según sus pigmentos: algas verdes (Chlorophyta), algas pardas (Phaeophyceae) y algas rojas (Rhodophyta).
- Producen oxígeno, absorben CO2, son productoras primarias fundamentales en ecosistemas acuáticos, proveen alimento y refugio para muchas especies, protegen las costas de la erosión y, gracias al despegue de la alguicultura tienen múltiples aplicaciones en alimentación, cosmética, bioplásticos, biocombustibles y productos farmacéuticos.
Aplicaciones de las algas marinas: alimentación, cosmética, biocombustibles y bioplásticos
La alguicultura ha dejado de ser una práctica tradicional y, de la mano de las innovaciones tecnológicas, se proyecta como una solución clave para combatir la crisis climática y otros desafíos globales. Es parte indispensable de la economía azul y permite:
- Regenerar ecosistemas acuáticos
- Absorber grandes cantidades de CO2
- Obtener productos sostenibles sin malgastar recursos terrestres
- Reducir la dependencia de materias primas contaminantes
Las líneas de investigación que desarrolla la empresa Algabrava son tan diversas como ambiciosas. Entre sus proyectos más destacados está el desarrollo de piensos para rumiantes capaces de reducir las emisiones de metano de las vacas, uno de los gases de efecto invernadero más potentes.
Actualmente, las algas marinas ya forman parte de:
- Snacks y suplementos nutricionales
- Condimentos y alimentos funcionales
- Nuevos fármacos y tratamientos médicos
- Productos de belleza y cremas anti edad
- Fertilizantes naturales
- Bioplásticos y envases compostables
Algas para biocombustibles y materiales sostenibles
La versatilidad de las algas marinas se extiende aún más: algunas especies de algas, ricas en azúcares y lípidos, pueden procesarse para la producción de biogás o biodiésel. Otras se utilizan en la fabricación de envases compostables, textiles ecológicos, fertilizantes naturales o bioplásticos biodegradables y solubles en agua.
Como apunta Jorge Santamaría, el potencial de las algas se extiende incluso al terreno energético y de los materiales. "Hay iniciativas que se están desarrollando para hacer biodiésel o bioplásticos. Muchos filtros ultravioletas que antes se hacían con compuestos de aluminio ahora se pueden fabricar con productos naturales derivados de las algas", indica.
Las algas ofrecen múltiples vías para la producción de biocombustibles. Desde 1942 se estudia su viabilidad y diversas compañías han invertido en su desarrollo mucho dinero. La idea es que su fracción lipídica puede convertirse en biodiésel o en sustitutos directos del petróleo mediante procesos de refinado. Al mismo tiempo, sus carbohidratos son fermentables para producir bioetanol o butanol, lo que maximiza el aprovechamiento energético de la biomasa algal. Pero los altos costes han estado frenando su desarrollo hasta ahora, que parece que aparecen nuevas técnicas que pueden impulsar su viabilidad económica.
Legislación europea sobre algas: normativa y especies autorizadas para consumo humano
La legislación es, sin duda, una de las piezas clave para el desarrollo de este sector en Europa. Y depende, en gran medida, del destino final del producto.
En el ámbito alimentario, por ejemplo, las restricciones son particularmente estrictas. "Tienes que regirte por la reglamentación europea sobre comida o suplementos alimenticios y, hasta ahora, solo estaban permitidas unas 30 especies", explica Santamaría. En este sentido, celebra que "en los últimos años se están incluyendo nuevas especies para ampliar el abanico de las que se pueden aplicar al consumo humano".
No es un camino fácil. Tal como ocurrió con la introducción de la chía en Europa, la falta de tradición en el consumo de ciertos alimentos vegetales de origen marino implica un proceso lento, tanto para su aprobación como "nuevo alimento" como para integrarse en la dieta habitual de la población.
Bioplásticos de algas: alternativa sostenible al plástico convencional
La alguicultura también demuestra la posibilidad de plantear alternativas sostenibles a los recursos terrestres. Un claro ejemplo llega de la mano de la compañía B'ZEOS, especializada en la fabricación de embalajes a base de algas. Esta startup de biotecnología azul, de origen noruego, aterrizó hace unos meses en DFactory Barcelona, el hub de innovación impulsado por el Consorci de la Zona Franca de Barcelona.
Desde Barcelona, B'ZEOS sigue desarrollando innovadores productos como sus pellets de algas que pueden transformarse en láminas o bandejas y sirven como base para envases finales muy versátiles. Todo elaborado a base de algas pardas y rojas de Francia y Noruega. Son, por lo tanto, una clara alternativa ecológica al plástico convencional, que es mucho más complejo de reciclar y mucho más contaminante.
Algas en alimentación: usos culinarios, nutracéuticos e hidrocoloides (agar-agar)
En el ámbito alimentario, las macroalgas ofrecen varias líneas de desarrollo.
1. Uso culinario directo
La más tradicional —aunque aún incipiente en Europa— es su uso directo en cocina. "Se usan las algas como si fueran una verdura: se pueden consumir crudas, cocinadas... Desde hace años, en la alta cocina, es habitual encontrar platos que incluyan algas como un ingrediente más", afirma Jorge Santamaría.
El verdadero reto está en generalizar su uso más allá de estos restaurantes de vanguardia y acercarlo al consumidor general. "Ahora se está intentando dar el paso para que Europa desarrolle una cultura gastronómica en torno a las algas parecida a muchos de los países referentes de Asia", destaca.
2. Algas nutracéuticas
Otra vía en expansión para esta industria es la nutracéutica, donde las algas se procesan para obtener componentes funcionales que aporten beneficios a la salud. "Se trata de usar los componentes beneficiosos de las algas para crear batidos ricos en minerales, ácidos grasos, o suplementos que aporten valor nutricional extra", explica el cofundador y codirector de I+D de Algabrava.
3. Hidrocoloides: agar-agar y otros gelificantes
El mayor volumen de producción en alimentación proviene de la industria de hidrocoloides. "El campo que más cantidad de algas mueve es la producción de agar-agar, un gelificante muy usado en conservas y productos procesados", comenta Santamaría.
De hecho, el agar-agar es el hidrocoloide natural más saludable del mundo y se obtiene a partir de algas rojas de la clase Rhodophyceae.
Futuro del cultivo de algas en el Mediterráneo
La visión de futuro en Algabrava es optimista y ambiciosa. "De aquí a cinco o diez años, el sector habrá conseguido posicionarse y demostrar que hoy es una innovación prometedora", afirma el investigador. Su esperanza es que esa biomasa algal que hoy se cultiva en condiciones experimentales pueda ser clave para mitigar problemas globales como la contaminación del agua, la sostenibilidad de los combustibles o el impacto ambiental de la ganadería.
Con el respaldo científico, la innovación tecnológica y el impulso del mercado, las algas podrían dejar de ser un recurso infrautilizado para convertirse en un pilar de la bioeconomía europea del futuro. Por todo ello, Algabrava trabaja a diario en torno a la identificación de especies autóctonas del Mediterráneo con aplicaciones de alto valor añadido.
Para reducir la dependencia de la recolección directa del mar, la startup ha desarrollado su propio sistema de semilleros de algas. "Identificamos especies, desarrollamos su cultivo en laboratorio y hacemos semilleros para no tener que ir al mar a recolectarlas cada vez", explica. Esta estrategia no solo mejora la eficiencia, sino que también reduce el impacto ambiental.
En la actualidad, Algabrava está finalizando las obras de su planta piloto en el Delta del Ebro. "La idea es que a finales de este año o principios de 2026 estemos al 100% en producción industrial", anticipa Santamaría.
Finalmente, están impulsando proyectos de acuicultura multitrófica integrada, un modelo que permite cultivar diferentes especies en el mismo sistema, beneficiándose unas de otras.
"Trabajamos con productores de mejillones del Delta del Ebro para cultivar algas sembradas sobre cuerdas, de forma similar a lo que se hace en Noruega, Suecia o Japón. Así pueden colocarlas en las propias infraestructuras donde tienen los mejillones y hacer una producción más sostenible", explica Santamaría.
Un futuro azul bajo la superficie del mar
El cultivo de algas marinas representa mucho más que una oportunidad de negocio: es una respuesta tangible a los desafíos del siglo XXI. Desde la reducción de emisiones de metano en la ganadería hasta la creación de bioplásticos biodegradables, pasando por la captura de CO2 y la regeneración de ecosistemas acuáticos, las macroalgas van demostrando su papel clave en la transición hacia una economía más circular y sostenible.
Con Europa consolidándose como un mercado de 3.762 millones de dólares y proyecciones que apuntan a los 9.000 millones de euros en 2030, el sector de la alguicultura está en plena expansión. España, con su crecimiento del 388% en producción, se posiciona como un actor relevante en este escenario.
Proyectos como los de Algabrava en el Delta del Ebro o B'ZEOS en Barcelona muestran que el futuro de las algas no está solo en Asia. El Mediterráneo, con sus especies autóctonas y sus innovadores sistemas de cultivo sostenible, puede convertirse en un referente de la bioeconomía azul europea.
El mar esconde soluciones que apenas estamos empezando a explorar. Las algas marinas son, sin duda, una de las más prometedoras.