El cultivo de algas marinas: cuando la economía azul se vuelve verde
El cultivo de algas con diversos fines se plantea como uno de los grandes retos de la economía azul en Europa. Las algas son un alimento bajo en grasas, ricas en fibras, micronutrientes y con pocas calorías. Además, reducen la acidificación de los mares y pueden ser la base de combustibles sólidos. Todo un negocio potencial que la Unión Europea cifra en 9.000 millones de euros.
Superalgas: superalimento, cosmética, energía verde... y mucho más
Cuando se habla del cultivo de algas se tiende a empezar diciendo que son un superalimento, con beneficios directos para la salud: bajas en grasas, ricas en fibras dietéticas, micronutrientes y con pocas calorías.
Pero también son muy valiosas para otros usos. Gracias a sus productos derivados como los lípidos, la carragenina, los carotenoides, el alginato y las proteínas de algas, se usan como base para productos farmacéuticos y cosméticos. Incluso para el tratamiento de aguas residuales y la producción de energía.
Un ejemplo que destacada la Comisión Europea: la biomasa de algas sirve como alternativa a materias primas basadas en combustibles fósiles y los lípidos de las algas se utilizan para la producción de biocombustible.
Pero pese a sus innumerables valores nutricionales y sus diferentes aplicaciones comerciales, hoy siguen siendo un recurso sin explotar todo su potencial en Europa, aunque son muchas las instituciones que están fomentando el cultivo de algas y donde empieza a existir mucha demanda. De hecho, se espera que el negocio de su cultivo alcance los 9.000 millones de euros en 2030, según la Unión Europea.
Cultivar algas, no recolectarlas
Países asiáticos como China o Filipinas siempre han hecho un uso intensivo de las algas. Europa, en cambio, nunca ha desarrollado el cultivo de las algas al mismo nivel. En países como Irlanda, se llegaron a usar en épocas de mucha hambruna, pero no se dio un paso más allá.
En China, el mayor productor de macroalgas del mundo, el 99% de las algas que se producen proviene de la alguicultura. En Europa, el 97% no es de alguicultura, sino de recolecta directa.
Según Jorge Santamaría, codirector de I+D de la empresa Algabrava y cofundador junto con Raül González, esta situación acabará afectando a nivel medioambiental. “Europa tiene problemas para poder hacer frente a la demanda de macroalgas y, por eso, recurre a las exportaciones asiáticas”, denuncia.
Para él, esta situación provocará que Europa dependa de otros países y que las algas con las que trabaje no tengan tanta calidad. Está claro, según Santamaría, que si el continente europeo quiere posicionarse como un referente en el sector de las algas tiene que “cultivar y no recolectar”.
Una producción de 35 millones de toneladas de algas en todo el mundo
Desde la década de los 50 del siglo pasado hasta ahora, la producción de algas marinas se ha disparado y ha aumentado en todo el mundo hasta los 35 millones de toneladas en la actualidad.
En la Unión Europea, el mercado de las algas aún está en sus fases previas. En 2019, las 287.386 toneladas de algas –de las que un 99,88% eran macroalgas- producidas en Europa únicamente supusieron el 1% de la producción mundial.
Para Jorge Santamaría, de Algabrava, empresa con sede en Barcelona, estas cifras son solo el principio, porque asegura que “el cultivo de macroalgas podría ser uno de los grandes pilares de la economía azul basada en la sostenibilidad”.
No es para menos. El cultivo de macroalgas tiene un gran beneficio y es que “no tiene impacto a nivel ambiental”, sino todo lo contrario.
Las algas transforman el CO2 en oxígeno y, además, añade Santamaría, “producen biomasa a partir de la energía del sol”. También recuerda que, si se cultivan en el mar, no se requiere de riegos ni es necesario destruir hábitats o modificar terrenos para hacerlas crecer.
Y eso que hasta hace poco el escenario no era nada prometedor. El Foro de Bioeconomía Azul de la Comisión Europea publicó en 2019 Roadmap for the blue bioeconomy. La hoja de ruta llegó a la conclusión de que el desarrollo de la alguicultura se ha visto obstaculizado por factores como los elevados costes de producción, la pequeña escala de la producción, el conocimiento limitado de los mercados, de las necesidades de los consumidores y de las repercusiones medioambientales del cultivo de algas, así como por un marco de gobernanza fragmentado.
Pero desde esa hoja de ruta, un poco jarra de agua fría, la Comisión ha puesto en marcha y apoyado varias iniciativas relacionadas con las algas. Por ejemplo, ha creado el Foro Europeo de Partes Interesadas en las Algas (EU4Algae) como un espacio único para la colaboración entre las partes interesadas europeas en las algas y un único centro de información sobre convocatorias de financiación, proyectos e información.
Un mercado mundial de 17 mil millones de dólares
El mercado mundial de productos de algas pasó de 12.120 millones de dólares en 2022 a 13.190 millones en 2023, y se prevé que el mercado de los productos derivados de las algas crezca hasta los 17.890 millones de dólares en 2027, según un estudio reciente.
El desarrollo de fuentes alternativas de proteínas, como las microalgas, es una tendencia clave que está ganando popularidad en el mercado de los productos a base de algas.
Por ejemplo, Unilever se asoció con Algenuity, una empresa con sede en el Reino Unido que desarrolla productos innovadores a base de microalgas para la cartera de productos a base de plantas de Unilever. Algenuity trabaja con el equipo de I+D de la división Foods and Refreshment (F&R) de Unilever para explorar diferentes alimentos con microalgas.
En la misma línea, Aliga Microalgae, una empresa productora de microalgas y tecnología alimentaria con sede en Dinamarca, adquirió la empresa neerlandesa especialista en producción de microalgas Duplaco BV para aumentar la cantidad de productos de algas Chlorella que puede producir para los mercados de suplementos dietéticos y aditivos alimentarios.
Si bien es un sector emergente de la bioeconomía azul, la producción de algas en la UE sólo supone poco más del 1% de los 35 millones de toneladas que se producen en todo el mundo
Sin algas, ¿hay mares?
Además de los beneficios de las algas para la salud de las personas, sus cualidades las hacen indispensables para el futuro de los mares… y por lo tanto muy relevantes para los que trabajan en el sector.
Las algas eliminan nutrientes de los ecosistemas acuáticos, lo que conlleva una reducción notable de la eutrofización; es decir, del proceso de contaminación más notable en las aguas. Y, claro, de sus consecuencias: proliferación descontrolada de organismos y plantas, interrupción de la producción de oxígeno, pérdida de la calidad del agua o la aparición de algunas toxinas.
Además, como señala el informe Hacia un sector de algas de la UE fuerte y sostenible de la Comisión Europea, las algas marinas –cuando se cultivan en el mar- eliminan el carbono y, por lo tanto, reducen la acidificación de los océanos. O dicho de otra manera, previenen que el agua del mar se vuelva ácida debido al exceso de dióxido de carbono.
Cultivar algas en el mar…y en tierra
Algabrava fomenta, precisamente desde 2019, el cultivo de algas en el Mediterráneo promoviendo, gracias a la investigación e innovación de macroalgas, los cultivos en mar abierto y también en tierra. Las algas, señala su cofundador Jorge Santamaría, son más importantes de lo que creemos. “Son las responsables de crear el 50% de la producción de oxígeno mundial. Es decir, que de cada dos veces que respiramos, una es gracias a las algas”, explica.
Para esta compañía el futuro del mar pasa por identificar las especies que acoge y por poner en valor las que puedan tener un mayor interés comercial. Aquí, la investigación científica juega un papel clave y es decisiva para la sostenibilidad de los océanos. “Los fundadores de la empresa somos biólogos marinos y le damos una gran importancia al método científico”, apunta.
Así se investiga con las aplicaciones de las algas en Barcelona
¿Cómo es el día a día investigando y cultivando algas en Algabrava? “Vemos qué especies hay con potencial para, por ejemplo, la cosmética”, explica Santamaría, “y luego analizamos la composición de esa alga y vemos la capacidad que tiene”. Es decir, el primer paso es identificar las especies, pero siempre actuando bajo el paraguas de la sostenibilidad.
“Por eso, para aliviar la recolecta directa del mar, cogemos una cantidad muy pequeña de cada especie y, en nuestras instalaciones, trabajamos con esa biomasa”. Esta manera de operar les permite cerrar el ciclo de vida del alga y tener “el control absoluto, además de producirla siempre que queramos sin agotar recursos naturales del mar”.
Es decir, en las instalaciones de Algabrava se pueden encontrar diversos “semilleros”, donde sus expertos cultivan diversas especies de algas. Destaca la ulva lactuca, también conocida como lechuga de mar, que es verde, comestible y se encuentra en las aguas costeras de todo el mundo.
Pero también rara avis como la codium vermilara, o alga percebe, que está ganando muchos adeptos en la alta cocina debido a su peculiar sabor.
Y es que como muchas especies presentan limitaciones para cultivarlas en el Mediterráneo, explican, han desarrollado estos cultivos indoor con los que controlar todos los factores físicos y químicos y maximizar el crecimiento de las especies.
Macroalgas o microalgas
El desarrollo de fuentes de proteínas alternativas, como las macroalgas o las microalgas, es una tendencia clave que está ganando popularidad en el mercado y se coloca como un eslabón crucial para lograr la transformación necesaria hacia un sistema alimentario más equitativo y resistente.
La diferencia entre ambas tipologías es el tamaño, pero desde Algabrava creen que las macroalgas tienen un mayor potencial por descubrir.
Por eso, no es de extrañar que la Comisión lleve años presionado con diversas iniciativas para aprovechar plenamente las posibilidades de las algas en Europa, tanto en los entornos empresariales como en los sociales. No solo para conseguir unas dietas más saludables, sino también para reducir las emisiones de CO2 y luchar contra la contaminación del agua.
Algunas de las iniciativas clave que propone Europa son:
- facilitar el acceso al espacio marino, identificar lugares óptimos para el cultivo de algas marinas e incluir la agricultura de algas y los usos múltiples del mar en los planes de ordenación marítima;
- junto con el Comité Europeo de Normalización (CEN), elaborar normas para los ingredientes y los contaminantes de las algas, así como para los biocarburantes de algas
- evaluar el potencial de mercado, la eficiencia y la seguridad de los materiales a base de algas cuando se utilizan en productos fertilizantes
- examinar el mercado de las algas y proponer mecanismos que lo estimulen para apoyar la transferencia de tecnología de la investigación al mercado
- financiar proyectos piloto para la reorientación profesional y el apoyo a pymes y proyectos innovadores en el sector de las algas
- realizar estudios y debates para adquirir un mejor conocimiento de, por ejemplo, las oportunidades para la mitigación del cambio climático que ofrecen las algas y de su papel como sumideros de carbono azul, y definir unos niveles máximos de contaminantes y yodo en las algas
- apoyar, a través de Horizonte Europa y otros programas de investigación de la UE, el desarrollo de sistemas de transformación de algas nuevos y mejorados, nuevos métodos de producción y sistemas de cultivo de algas;
Un sector europeo de las algas más sólido respaldaría los objetivos del Pacto Verde Europeo y de la Estrategia «De la Granja a la Mesa», sostiene la Comisión Europea, ya que señala el tránsito hacia sistemas alimentarios más sostenibles y hacia una economía más circular.
Y es que, en definitiva, las algas tienen una amplia variedad de aplicaciones comerciales, como alimentos, piensos para animales y peces, productos farmacéuticos, envasado ecológico o biocombustibles. El cultivo de microalgas puede ayudar a regenerar el océano y los mares eliminando los nutrientes que causan eutrofización.
Tiene una huella de carbono y medioambiental baja y un potencial prometedor para la captura de carbono. La producción de microalgas también puede realizarse en tierra y lejos del mar, como refleja el caso de Algabrava. Son fuente de compuestos de carbono y tienen aplicaciones en el tratamiento de aguas residuales y la mitigación del CO2 atmosférico.
Las instituciones europeas lo saben. Los investigadores lo saben. Solo falta que también lo sepan los diversos actores de la economía azul y, con ellos, el conjunto de la sociedad.
PARA SABER MÁS:
- Informe de la Comisión Europea: Hacia un sector de las algas en la UE sólido y sostenible.
- Foro EU4Algae
- Roadmap for the blue economy
- Estrategia De la granja a la mesa
- Pacto verde europeo