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Las nuevas rutas en el Ártico: rompiendo el hielo de la navegación por el Polo Norte

El deshielo en las aguas del Ártico, causado por el calentamiento global, ha propiciado que estas sean navegables durante amplios períodos de tiempo a lo largo del año. Se espera que en 2030 serán transitables durante dos meses al año y una década después las naves dispondrán de unos 150 días posibles de tránsito. Este nuevo escenario de rutas marítimas permitiría acortar los tiempos de viaje entre los principales puertos de Asia y del norte de Europa.

Publicado el 04.04.2019

Jordi Torrent es el Director de Estrategia del Port de Barcelona.

Una de las nuevas rutas surca las aguas de Groenlandia. [Imagen de Alexandra Rose]

El 16 de agosto de 2017 el buque metanero Christophe de Margerie, de la naviera rusa Sovcomflot, completó un viaje entre Noruega y Corea del Sur navegando a lo largo de la costa norte de Rusia. Era la primera vez que un buque de estas características cruzaba esas aguas sin la ayuda de navíos rompehielos, y lo hizo en un tiempo récord: 19 días, un 30% más rápido que si hubiese utilizado la ruta habitual por el canal de Suez.

Este hito fue posible como consecuencia del calentamiento de las aguas de esa región, que han experimentado en las últimas décadas un aumento medio de 2,5 grados. Si se mantiene esta tendencia, el Ártico sería navegable a lo largo de meses seguidos en 2030 y aumentaría hasta casi los tres meses al año en 2040.

Al analizar la navegación por el Ártico hay que tener en cuenta, principalmente, dos vías: la ruta del noroeste (Northwest Passage) y la del norte (Norther Sea Route). La primera representa un viejo sueño para la navegación, ya que ilustres exploradores de los siglos xviii y xix (Alejandro Malaspina, James Cook, John Franklin…) buscaron este paso entre el Atlántico y el Pacífico por el norte de Canadá. La segunda, que transcurre en buena parte por aguas rusas, ha despertado históricamente menos interés, pero será la primera que se librará del hielo por las condiciones climáticas.

 

LAS NUEVAS RUTAS DEL ÁRTICO

Es importante remarcar los diferentes tipos de navegación que se dan en las aguas árticas. En primer lugar, está el tráfico intra-ártico, monopolio de las compañías rusas, que contempla en especial el transporte entre las minas de Siberia (que producen materiales estratégicos, como el uranio, el estaño o el paladio) hacia los puertos de la misma región, como Murmansk o Dudinka. Una segunda tipología son las rutas con destino a algún punto del Ártico por motivos turísticos, científicos o de búsqueda de yacimientos de hidrocarburos.

Pero es el tercer tipo de navegación en el Ártico el que puede redefinir el panorama de rutas marítimas internacionales, ya que contempla los viajes que cruzan estas aguas con destino a otros puertos líderes en el tráfico marítimo global.

 

El Ártico será navegable a lo largo de dos meses seguidos en 2030 y aumentará hasta los tres meses en 2040.

Hay un importante consenso en que de las dos rutas propuestas (la Northwest Passage y la Northern Sea Route), la segunda será la más interesante, ya que será plenamente navegable en diez o quince años, y además convertirá a Rusia en el país con más costa navegable del mundo.

En cambio, la ruta por el norte de Alaska y Canadá aún permanecerá mucho tiempo bloqueada por los hielos y contempla otras dificultades añadidas. Investigadores del think tank The Arctic Institute consideran que no será viable, debido a que las aguas no se descongelan tan rápido como la vía rusa (donde hay ríos siberianos que templan las aguas costeras) y la presencia de numerosas islas hace que los bloques de hielo se formen con más facilidad que en la Northern Sea Route. Esta ruta, además, carece de puertos con un calado adecuado para grandes navíos.

 

El barco North Sea Giant en la bahía Bangor Bay.

Como puntos fuertes de ambas rutas, resalta la reducción de la distancia entre los puertos asiáticos y los europeos. Por ejemplo, un carguero que quiera navegar del puerto de Shanghái al de Rotterdam tendrá que atravesar unas 10.500 millas náuticas si transita por el canal de Suez; mientras que, si opta por la Northern Sea Route, surcará unas 8.500 millas, y unas 8.700 si opta por la vía del norte de Canadá. Esta reducción de las distancias se traduciría en un tiempo de tránsito menor, con recortes de hasta una semana.

Aun así, hay que tener en cuenta que el acortamiento de las rutas solamente se da cuando se trata de navegación entre puertos del norte de Asia (donde destacan Shanghái, Qingdao, Busan o Yokohama) con los puertos al norte del canal de la Mancha (como Rotterdam, Hamburgo o Amberes). Para los puertos del Mediterráneo, como Barcelona, Valencia, Génova o Trieste, no habrá grandes cambios, ya que las rutas en las que se encuentran se verían poco afectadas por el aumento de la navegación en el Ártico.

Pero más allá de una distancia menor y de ahorrar tiempo, también hay que tener en cuenta otros factores que, hoy en día, aún son un lastre para la rentabilidad de las rutas árticas. Las condiciones climáticas de la zona son muy hostiles para los barcos y la mercancía que transportan (temperaturas muy bajas y fuertes vientos), lo que encarece los seguros de viaje y los materiales para que no sufran con las bajas temperaturas. El aumento de coste de una travesía marítima transártica la puede hacer poco atractiva desde el punto de vista económico.

 

El puerto de Shanghai es uno de los más importantes del mundo y uno de los que se beneficiará de las nuevas rutas árticas. [Imagen de REUTERS/Aly Song/File Photo]

Tampoco se pueden obviar los impedimentos técnicos y tecnológicos. Por ejemplo, en estas aguas hay una menor presencia de ayudas a la navegación y, de igual manera, los sistemas de guía por satélite también presentan importantes problemas, puesto que, en primer lugar, requieren bases de apoyo en tierra que no están presentes en los territorios colindantes con el Círculo Polar Ártico y, por otro lado, los sistemas de guía como el GPS funcionan con satélites que tienen una máxima inclinación orbital de 55o pero presentan problemas en latitudes por encima de los 70o o 75o, lo que acaba dificultando la navegación en zonas donde la cartografía puede no ser fiable al 100%.

Por último, no hay que olvidar los condicionantes políticos. El Ártico está atrayendo la atención de las grandes potencias del planeta que buscan hacer valer sus intereses. Además del interés ruso por desarrollar la Northern Sea Route, Moscú también quiere explotar los importantes yacimientos presentes en su zona económica exclusiva. En el paso del noroeste, Canadá lo considera aguas territoriales, pero otras potencias —como Estados Unidos y China— quieren una mayor libertad de navegación para sus buques amparándose en el derecho de paso inocente. Asimismo, en el caso de Pekín las rutas árticas son una excelente alternativa para evitar el paso por el estrecho de Malaca, un lugar que consideran como el punto vulnerable de sus rutas marítimas.