La importancia del Canal de Suez radica en el crecimiento de los intercambios comerciales con Asia y su mayor fragilidad ante el aumento de las dimensiones de los buques, en especial portacontenedores y graneleros energéticos, que no pueden pasar por otras vías de comunicación, como por ejemplo el Canal de Panamá.
El gigantismo de los barcos mercantes ha permitido un crecimiento exponencial del comercio internacional y, por ende, la reducción de la pobreza global, de los costes logísticos y de las emisiones de gases de efecto invernadero (GHG) por unidad o tonelada transportada. Sin embargo, también comporta riesgos, tal y como se ha podido comprobar.
El tamaño de los portacontenedores: ¿un punto de inflexión?
El reciente incidente del buque Ever Given, que bloqueó el Canal de Suez durante seis días, afectando a más de 200 embarcaciones, pone de actualidad, al menos, tres cuestiones que llevan debatiéndose cada vez con más intensidad en los últimos años.
La primera hace referencia al propio gigantismo de los buques, que tanto contribuye a una mayor eficiencia medioambiental, operativa y financiera del transporte marítimo mundial pero que, a su vez, supone un riesgo elevado por la concentración de la carga de buena parte de los exportadores e importadores europeos en un único barco.
¿Estamos en un punto de inflexión? ¿Los barcos mercantes dejarán de crecer como lo han hecho en las últimas dos décadas? ¿Se producirá un fenómeno parecido al experimentado por el transporte aéreo, en que el avión más grande (A-380) ha dejado de fabricarse?
Tal y como sucedió con el transporte aéreo, hace años que el transporte marítimo ha dejado de navegar a la máxima velocidad posible, generando paralelismos entre la desaparición del Concorde y la extendida práctica del slow steaming o vapor lento. ¿Podría ser que el incidente del Ever Given en el Canal de Suez contribuya a aminorar, o incluso detener, la tendencia a construir barcos cada vez más grandes?