¿Qué cambia realmente?
El punto de partida de este análisis es el hecho, confirmado por diversos fabricantes, de que las marcas quieren mantener el control de la primera carga completa de la batería, que se realizaría previsiblemente bajo condiciones controladas en el concesionario, previa a la entrega del vehículo. Esto implica que durante la fase de transporte, el VE llevaría una carga mínima para permitir la logística de distribución, del mismo modo que ahora los vehículos de combustión llevan una pequeña cantidad de combustible en los depósitos para permitir los movimientos en terminal. Si esto es así, no se espera que en el futuro las terminales tengan que realizar procesos de carga masiva a todos los VE que les lleguen, sino operaciones de mantenimiento para paliar las posibles descargas en las fases de transporte y almacenamiento en campa.
Esto diferencia claramente el corto plazo (con flujos reducidos de VE que no se espera que permanezcan mucho tiempo en las terminales), del medio y largo plazo (con flujos en aumento y terminales y campas actuando como almacenes reguladores y estancias mayores de los VE).
En todo caso, la principal inversión que debe tenerse en mente para adaptar la infraestructura de la terminal es la relativa a los puntos de recarga en zonas de almacenamiento de vehículos. En el corto plazo, por tanto, será suficiente con disponer de sistemas móviles de recarga. Se trata, pues, de soluciones escalables según el flujo de VE transportado a través de la terminal y que requieren una inversión reducida.
Cuando se plantea la planificación de inversiones en infraestructura de recarga, la atención deberá fijarse en el medio plazo. Según la cuota de ventas y producción de VE, en un horizonte temporal de diez años se prevé que sea necesario instalar puntos de recarga fijos para optimizar el proceso de recarga de las baterías de los vehículos a su paso por terminal. Cabe decir que, si el cambio en la infraestructura de la terminal se espera modesto, en la operativa a medio plazo, se prevé mínimo.
A efectos de infraestructura de la terminal, el largo plazo debe entenderse como una continuación del medio. En este, la diferencia significativa entre terminales radicará en la capacidad para aprovechar los avances tecnológicos en soluciones de recarga y control, que permita optimizar la operativa y reducir costes asociados.