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Costas resilientes: la transformación innovadora del litoral para protegerlo del cambio climático

Cada vez hay más proyectos que buscan demostrar que restaurar ecosistemas costeros como playas, marismas, dunas y praderas submarinas puede reducir los riesgos de inundación y erosión con una baja huella de carbono. Y sin echar hormigón al mar… ¿O habrá que seguir lanzándolo?

Publicado el 26.05.2022
Para lograr una Europa en la que se protejan los ecosistemas y la biodiversidad y se reduzcan al máximo las emisiones de gases de efecto invernadero, la restauración costera cobra especial importancia. (LANDLAB)

Durante miles de años, los pueblos costeros han echado piedras al mar para levantar puertos, espigones y otras grandes infraestructuras. Hoy, las consecuencias del cambio climático y la subida del nivel del mar amenazan estas infraestructuras y las ciudades que hay detrás.

REST-COAST forma parte del gran entramado de proyectos que buscan acelerar la transición sostenible hacia una Europa climáticamente neutra. Una Europa en la que se protejan los ecosistemas y la biodiversidad y se reduzcan al máximo las emisiones de gases de efecto invernadero. 

Para alcanzar este escenario, cobra especial importancia la restauración costera. El proyecto REST-COAST, financiado por fondos europeos del programa Horizon 2020 y enmarcado en el Pacto Verde Europeo, valorará durante los próximos años hasta qué punto la regeneración de ecosistemas puede ayudar a mejorar la biodiversidad, almacenar carbono azul y proteger el litoral. Además, favorecerá la conectividad entre las costas y los ríos y aumentará el espacio habitable. 

“Este proyecto busca demostrar que los ecosistemas costeros pueden reducir los riesgos de erosión e inundación de manera tan satisfactoria como las piedras y los espigones”, explica Agustín Sánchez-Arcilla Conejo, director del Laboratori d'Enginyeria Marítima (LIM) de la Universitat Politècnica de Catalunya, entidad que participa en el proyecto. “Mostrar que los ecosistemas pueden adaptarse al cambio climático y reducir el riesgo para las personas y las infraestructuras, todo ello con una baja huella de carbono”. 

Una relación sostenible

Las regiones costeras son áreas muy importantes a diferentes niveles, que van del social al económico, pasando por el medioambiental. Sus ecosistemas, como los humedales y las praderas marinas, son sumideros naturales de carbono, contribuyen a la calidad ambiental y reducen el riesgo de desastres. 

Sin embargo, durante las últimas décadas la gestión costera se ha basado en un uso unilateral y poco sostenible de los recursos, lo que ha acelerado su degradación. Las consecuencias del cambio climático, como la subida del nivel del mar y el aumento de la intensidad y la frecuencia de fenómenos meteorológicos extremos, como tormentas y huracanes, ponen en riesgo estas zonas costeras.

Para hacer frente a estos problemas se presentan dos soluciones principales: frenar el cambio climático y establecer medidas de adaptación a la nueva realidad. Y es que, de acuerdo con el sexto y último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), los fenómenos relacionados con la subida del nivel del mar que antiguamente se producían cada 100 años podrían registrarse de forma anual a finales de este siglo.

Cuando tengamos que hacer frente a la subida acelerada del nivel medio del mar, habrá más olas que actualmente y estas actuarán con más intensidad sobre los puertos y las playas de todo el planeta. Entonces, tendremos que trabajar para mantener todo lo que hemos construido en las costas o incluso hacer defensas más grandes”, explica Sánchez-Arcilla.

“Sin embargo, hay otra solución. Siempre y cuando la subida del nivel del mar esté dentro de unos límites, los ecosistemas son capaces de adaptarse. Por ello, planteamos la opción de regenerar, restaurar y proteger ecosistemas como las marismas y los humedales”, señala. 

El proyecto llevará a cabo nueve iniciativas piloto en los principales mares regionales de la Unión Europea: el Báltico, el Negro, el del Norte, el Atlántico y el Mediterráneo. En este último, parte del trabajo está centrado en el Delta del Ebro, un delta que está experimentando subsidencia. Es decir, el hundimiento progresivo de su superficie. 

El delta del Ebro está experimentando ahora lo que el resto de las playas del planeta vivirán en 2070. (UPC)

“Es un fenómeno que presentan los deltas: si el nivel del mar sube y el del delta se hunde, la diferencia aumenta. Así, el delta del Ebro está experimentando ahora lo que el resto de las playas del planeta vivirán en 2070. Por eso lo hemos elegido como laboratorio para ver cómo funcionan estas soluciones naturales”, explica Sánchez-Arcilla. 

En este plan coordinado para restaurar los entornos costeros, los puertos también pueden hacer su contribución. Por ejemplo, añadiendo vegetación en zonas profundas cercanas, para que esta disipe parte de la energía de las olas

Tres soluciones para los ecosistemas costeros

El proyecto REST-COAST propone tres soluciones principales. 

  • La primera busca dotar de espacio a la playa emergida con humedales, dunas o vegetación. “De este modo, cuando venga una tormenta, la playa emergida será capaz de disipar mejor la energía de las olas y, después, de regenerarse”, explica el director del LIM. 
  • La segunda se basa en vegetar la playa sumergida. En el Mediterráneo, una de las primeras opciones suele ser la Posidonia oceánica, pero existen otras alternativas. “Es una planta excelente, con un gran valor medioambiental, pero que tarda mucho en desarrollarse y es muy delicada. Existen otras que no tienen el mismo beneficio para el ecosistema, pero que también pueden ayudar a disipar la energía de las olas”, señala Sánchez-Arcilla. 

Esta solución se está poniendo en práctica en la laguna de Venecia, por ejemplo.

  • La tercera busca reconectar la costa y el río, para eliminar las barreras que existen actualmente y conseguir que los ríos vuelvan a aportar sedimentos a la costa. “Pongamos, por ejemplo, el Ebro. Tiene casi 200 presas y transcurre por un territorio en el que han aumentado las actividades agrícolas y el regadío”, expone Sánchez-Arcilla. “Al final del recorrido, queda poca agua para transportar arena, y mucha de esta arena ahora termina en los embalses, que pierden así capacidad para almacenar agua”.

La regeneración de ecosistemas favorecerá la conectividad entre las costas y los ríos y aumentará el espacio habitable. (LANDLAB)

“El proyecto busca poner sobre la mesa que todo está ligado, y que esta conectividad beneficiaría a todos. Sin embargo, esto es fácil de plantear, pero complicado de hacer”, continúa Sánchez-Arcilla. “Si quitamos barreras e infraestructuras en tramos de playas urbanas, como las de Barcelona, perderíamos viviendas y negocios. Por otro lado, si quitamos las barreras, la playa ganaría en capacidad de autodefensa, lo que sería beneficioso para todo el entorno”.

Un plan global para las costas del planeta

El último informe del IPCC no deja lugar a dudas: es necesario actuar con urgencia para frenar el cambio climático y, a su vez, trabajar para adaptarse a las nuevas realidades. Una de las claves para lograr ambos objetivos es apostar por la cooperación

“Todavía estamos a tiempo de mejorar la resiliencia de la costa ante el cambio climático. Para ello, debemos cooperar en lugar de hacer acciones aisladas”, corrobora Sánchez-Arcilla. El director del LIM destaca la colaboración entre diferentes agentes como uno de los aspectos positivos del proyecto REST-COAST. “Estamos juntos ingenieros, economistas, biólogos, grupos conservacionistas como SEO Birdlife y UICN y varias administraciones”, señala. 

En este plan coordinado para restaurar los entornos costeros, los puertos también pueden hacer su contribución. Por ejemplo, añadiendo vegetación en zonas profundas cercanas, para que esta disipe parte de la energía de las olas, o colocando estructuras aisladas, como biotopos, que pueden ayudar a generar vida y a proteger sus infraestructuras. 

A largo plazo, el objetivo es reproducir estas iniciativas a gran escala y poder dar forma a un gran plan global de mitigación del cambio climático. “Nosotros contamos con un panel de cooperación, para que estos desarrollos que se hacen en Europa se exporten a otras zonas del mundo”, explica Sánchez-Arcilla. 

“Por ejemplo, estamos en contacto con equipos que trabajan en proyectos en el río de la Plata, en la costa de Túnez y en el delta del Ganges, una zona muy vulnerable al cambio climático”, enumera. “Compartimos experiencias con un mismo objetivo: aprender y desarrollar soluciones que nos favorezcan a todos”. 

Arquitectos y paisajistas: los otros actores necesarios

Este campo disciplinar sigue dominado por ingenieros y profesionales de infraestructuras. Para integrar estos criterios de regeneración y biodiversidad, los arquitectos y/o paisajistas también están participando en el diálogo, ya que es un problema que afecta también directamente a las ciudades y a su capacidad de adaptación. 

“Cuando hablamos de cambio climático y diseño resiliente, seguimos trabajando desde la protección ante el riesgo. Como consecuencia, en el punto de contacto entre la ciudad con el mar, continúan imperando los tradicionales espigones y diques”, afirma Miriam García, doctora en Arquitectura y directora de LANDLAB, laboratorio de paisajes, cuyos proyectos ponen el foco en dos de las grandes crisis contemporáneas: el cambio climático y la pérdida de biodiversidad.

La estrategia a adoptar, siguiendo esta dinámica natural, debería ser renovar los paisajes litorales para dotarlos de capacidad para adaptarse al cambio climático, sostiene García. Por ejemplo, mediante meandros del río que recojan sedimentos que se transporten hacia la desembocadura. Una vez allí, fortalecer la formación de humedales costeros para que la vegetación actúe de nuevo como barrera natural protectora. 

También es importante, según el tipo de costa, cita la experta, recrear o recuperar los cordones dunares, generar arrecifes artificiales sumergidos, construir lagunas de inundación donde dirigir el agua, retenerla y distribuirla para minimizar las inundaciones y la intrusión salina.

¿Son suficientes estas medidas?

Desde el Port de Barcelona, sin embargo, no son tan optimistas: “Por desgracia, por un lado, el cambio climático está causando temporales cada vez más frecuentes y de mayor intensidad y, por otro, la actividad humana interfiere con el desarrollo natural del litoral dejándolo más indefenso ante fenómenos atmosféricos”, comenta Jordi Vila, jefe de medio ambiente del Port de Barcelona.

Para mitigar los efectos de los temporales, el Port de Barcelona combinará medidas 'duras' y 'blandas'. (Port de Barcelona)

Esta intervención humana se manifiesta, por ejemplo, en la construcción de diques y escolleras que modifican la dinámica de las corrientes litorales, la canalización de ríos o la construcción de presas que reducen la aportación de sedimentos a deltas y estuarios.

“Las medidas ‘blandas’ para mitigar los efectos de los temporales no son, hoy en día, lo bastante efectivas como para regenerar nuestras playas y ecosistemas, aunque es obvio que pueden complementar otras medidas más ‘duras’”, añade Vila.

Ejemplos de estas medidas ‘duras’ adoptadas por el Port de Barcelona son la aportación anual de unos 100.000 m3 de arena al sur del río Llobregat o la prolongación del espigón de San Sebastián, actualmente en construcción, de unos 170 m en dirección ENE, que debe prevenir la pérdida de arena de las playas de la Barceloneta, especialmente durante los episodios de fuerte temporal.

Entre estas medidas blandas, el Port de Barcelona, está analizando, por un lado, la posible instalación de bloques ECOncrete en la prolongaciòn de la escollera de San Sebastián, que aceleraría el desarrollo de la biodiversidad en la infraestructura, o la Instalación de placas de Ocean Ecostructures en varias zonas del puerto, que facilitaría la colonización del espacio portuario por parte de especies animales y vegetales.  

“Ambas ideas se sustentan en proporcionar un sustrato que facilite el recubrimiento de especies de alto valor ecológico y serviría también como detector temprano de especies alóctonas”, explica Javier Romo, responsable técnico de medio marítimo del Port de Barcelona. “Otra iniciativa que estamos estudiando es el “sembrado” de gorgonias en la escollera de bocana norte”, añade Romo.

Sean cuáles sean las soluciones,  ya se plantean alternativas a los tradicionales espigones que además de proteger el litoral, ayuden a crear y regenerar la tan necesaria biodiversidad.