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Nuevas especies, el potencial aún sin explorar de los océanos

Se calcula que el 91% de las especies que habitan en los océanos aún está por descubrir. Encontrar, muestrear y estudiar especies nuevas para la ciencia es clave para conocer mejor nuestro planeta y hacer frente a retos como el cambio climático, encontrar curas para enfermedades como el cáncer o desarrollar una industria más sostenible.

Publicado el 19.04.2024
'Santjordia pagesi holotype lateral', nueva especie de medusa bautizada en honor a Sant Jordi, por la cruz brillante y roja en su cuerpo (Lindsay, Dhugal / WoRMS)

Los océanos, grandes desconocidos

Los océanos ocupan tres cuartas partes de nuestro planeta y esconden infinidad de lugares todavía por descubrir: grandes montes y volcanes submarinos, bosques de algas y corales y profundas llanuras abisales. Y, en medio de esta inmensidad, se esconde una biodiversidad que desconocemos: se calcula que el 80 % de la extensión de los océanos está sin explorar y que el 91 % de las especies que viven en él todavía está por describir.

“No cabe duda de que el océano es un gran desconocido y de que queda muchísimo por saber a nivel científico. Esto es debido, en parte, a la inaccesibilidad de muchos medios marinos. Llegar a ellos implica medios muy costosos y numerosas dificultades técnicas”, explica Fernando Á. Fernández-Álvarez, investigador postdoctoral en el Instituto de Ciencias del Mar (ICM-CSIC).  

“Muchas tareas de muestreo se realizan a través de campañas oceanográficas en ecosistemas que pueden estar a varios días de navegación desde la costa. Estas campañas son complicadas, porque el espacio en los barcos es limitado, hay que planificarse muy bien y pueden darse condiciones meteorológicas adversas. Todo esto limita nuestra capacidad para conocer mejor el mar”, añade Fernández-Álvarez.

A pesar de las dificultades, cada año se descubren unas 2.000 especies marinas nuevas que se suman a las 245.000 ya descritas y registradas por el World Register of Marine Species (WoRMS). Especies que abren todo un mundo de información y conocimiento para la ciencia. 

La 'Abyssocladia falkor' es una esponja carnívora, descubierta el año pasado, que tiene espículas en forma de gancho para sujetar a los pequeños crustáceos de los que se alimenta (Merrick Ekins/WoRMS)

Las protagonistas del último año

En 2023, entre las nuevas descritas se encuentran la Abyssocladia falkor, una esponja carnívora que tiene espículas en forma de gancho para sujetar a los pequeños crustáceos de los que se alimenta, y la Santjordia pagesi, una medusa nombrada en honor a Sant Jordi por la cruz brillante y roja que tiene en su cuerpo. “Tiene muchas características diferentes a las de otras medusas, incluida la estructura de sus casi 240 tentáculos que se encuentran debajo y no en el borde de la campana”, explican desde WoRMS. 

A ellas se suma el Kodama jujutsu, un pequeñísimo calamar de menos de un centímetro de longitud y de hábitos nocturnos que se puede encontrar en el Indo-Pacífico. Este recibe su nombre de los Kodama, criaturas mitológicas japonesas que cuidan de la naturaleza, y del jiu-jitsu, un arte marcial nipón.

“Son unos animales realmente fascinantes. Tienen una glándula adhesiva en la espalda que les permite fijarse a los substratos y pasar desapercibidos ante la mirada de sus depredadores y también de la de sus presas”, señala Fernández-Álvarez. “Me parece muy curioso el nombre que le han dado: el Kodama es un espíritu cuya presencia se asocia con la buena salud de los bosques, así como la presencia de este calamar se asocia con la salud de los arrecifes en los que vive. Además, este animal caza colocando los brazos en una posición muy particular, con varias posturas que recuerdan a las del jiu-jitsu japonés”, explica el investigador.

'Kodama jujutsu', una nueva especie de calamar de menos de un centímetro de longitud que se puede encontrar en el Indo-Pacífico (Brandon Hannan / WoRMS )

Un mundo de posibilidades 

Actualmente, hay más personas describiendo especies que en ningún otro momento histórico, lo que permite que el número de descubrimientos aumente. Contamos, también, con importantes innovaciones técnicas: un buen ejemplo son los remotely operated vehicle (ROV), vehículos sumergibles no tripulados equipados con cámaras de última generación que permiten explorar las profundidades marinas y muestrear la biodiversidad con mucha más facilidad. 

“Esta innovación permite acceder a espacios que, por ser menos accesibles, suelen ser más desconocidos. Un ejemplo extremo sería el de los hábitats marinos profundos, que solo se pueden explorar con barcos especialmente equipados para ello desde hace 150 años, o las fuentes hidrotermales, que se estudian mediante vehículos sumergibles desde hace medio siglo”, explica Fernández-Álvarez.

Este mismo año, entre febrero y abril de 2024, una serie de expediciones lideradas por el Schmidt Ocean Institute de Estados Unidos en el Pacífico Sur (en las aguas poco exploradas que se extienden desde las costas de Chile hasta la isla de Pascua) ha encontrado decenas de especies que podrían ser desconocidas para la ciencia. Entre ellas, diferentes tipos de corales, esponjas, moluscos y cangrejos. 

No obstante, encontrar y describir nuevas especies no es sencillo. En primer lugar, está en la propia dificultad del proceso, al que se suman los problemas para encontrar financiación y las trabas burocráticas. Actualmente, y de acuerdo con Fernández-Álvarez, el tiempo medio que pasa desde que se encuentra un primer individuo hasta que se describe es de unos 13 años y medio. 

“Es necesario realizar muchos estudios, comparar ejemplares de diversas procedencias y tener un conocimiento enciclopédico de la literatura. Además, muchas veces es difícil diferenciar estos individuos de otras especies descritas previamente, por lo que se generan sinónimos de forma inadvertida cuyo estatus es necesario solucionar posteriormente”, explica Fernández-Álvarez.

En la descripción de nuevas especies en la actualidad cobra especial importancia la ciencia ciudadana. De acuerdo con Fernández-Álvarez, más de la mitad (el 57 %) de las especies que se describieron entre 2000 y 2014 fueron descubiertas por personas que no realizaban esta actividad dentro de su trabajo. Por ejemplo, por académicos jubilados o científicos aficionados. 

Las expediciones del Schmidt Ocean Institute en el Pacífico Sur ha encontrado especies desconocidas para la ciencia, como corales, esponjas, moluscos y cangrejos como los de la imagen, en la costa de Chile (Lasuen_Knoll-Methane / Schmidt Ocean Institute).

De la medicina a la alimentación: aplicaciones prácticas de estas nuevas especies

Conocer la biodiversidad de nuestro planeta, incluso la de los hábitats más recónditos e inaccesibles, resulta importante por muchos aspectos. En primer lugar, está el propio valor del conocimiento científico. “Personalmente, como científico, considero que el conocimiento ya es un valor suficiente para justificar el esfuerzo que conlleva descubrir y nombrar nuevas especies”, señala Fernández-Álvarez, para añadir que este conocimiento puede ayudarnos a encontrar herramientas para sobrevivir a los retos del mundo actual.

Uno de estos desafíos es el cambio climático. Muchos ecosistemas acuáticos tienen la capacidad, por ejemplo, de capturar y almacenar grandes cantidades de carbono. Otro reto importante lo plantea la crisis de biodiversidad. “Es indudable que, para saber cuál es nuestro impacto en la Tierra, debemos ser capaces de caracterizar qué hubo en cada sitio y qué está cambiando. Solo así podremos predecir hacia dónde va el cambio”, explica el investigador.

De acuerdo con el investigador del ICM-CSIC, las especies halladas por el Schmidt Ocean Institute se pueden utilizar para demostrar la riqueza biológica de estas regiones tan desconocidas e inexploradas, y presionar así a los gobiernos para protegerlas. “Es posible que a muchas personas les parezca que proteger regiones alejadas de la costa no tiene un gran efecto sobre sus vidas, pero todos los ecosistemas de la Tierra están conectados entre sí, de modo que, si desaparece una especie, los efectos pueden ser impredecibles”, explica el investigador. 

El descubrimiento de nuevas especies puede llevar también al desarrollo de nuevas soluciones dentro del ámbito de la biotecnología azul o marina, aquella que utiliza la biología acuática para obtener nuevos alimentos, medicamentos, alimentos, cosméticos, biocombustibles o soluciones para hacer frente a problemas medioambientales. 

Un sector en el que estos recursos acuáticos muestran un gran potencial es el de la medicina. El primer medicamento antitumoral desarrollado en España, que recibe el nombre de Yondelis y fue diseñado por la empresa PharmaMar, se basa en un compuesto sintético obtenido de la ecteinascidia turbinata, una ascidia colonial que vive en aguas poco profundas del mar Caribe y del mar Mediterráneo. Y este es solo uno de los muchos ejemplos. 

Yondelis es el primer medicamento antitumoral desarrollado en España, diseñado por la empresa PharmaMar, y se basa en un compuesto sintético obtenido de la 'ecteinascidia turbinata', una ascidia colonial, como la de la imagen (Yondelis / PharmaMar)

El papel de los puertos en el estudio de nuevas especies

Los puertos juegan un papel muy importante en la descripción de nuevos organismos, porque se trata de lugares en donde habitan numerosas especies, tanto autóctonas como alóctonas. Además, son espacios muy accesibles, ubicados en las costas, lo que facilita su recolección y su estudio. 

“Tampoco nos podemos olvidar de la larga tradición de colaboración que existe entre los pescadores profesionales y los académicos, una colaboración que con frecuencia puede derivar en la descripción de una nueva especie”, señala Fernández-Álvarez. “Por ejemplo, en el ICM tenemos la serie típica de Opisthoteuthis calypso, una especie descrita a partir de descartes de pesca”.

“Tenemos también otro cefalópodo descrito recientemente en el área de Barcelona: Sepiola bursadhaesa. Esta especie se ha descrito a partir de nueve ejemplares procedentes del mercado de pescado de Barcelona en los años 30 del siglo pasado que fueron depositados en el Museo Nacional de Historia Natural de Madrid”, añade.

Esta relación entre pescadores e investigadores sigue dándose en la actualidad, favoreciendo que el trabajo de los marineros pueda verse reflejado en el de los científicos. “Yo mismo compro animales a los pescadores que después uso como muestras”, señala el investigador del ICM-CSIC. “Sin lugar a duda, los puertos son una fuente importante para que los académicos podamos trabajar”.