Temas

A

Buscar

¿Cómo afecta el coronavirus al tráfico marítimo?

El COVID-19 está causando importantes afectaciones a nivel internacional desde que se convirtió en un problema de salud pública en China. Su impacto negativo en el transporte de mercancías ya ha sido mayor que el crecimiento acumulado por este sector en 2019. Pero los operadores han comenzado a reaccionar para mitigar estos efectos.

Publicado el 19.03.2020
Según datos de Sea Intelligence, el impacto económico del COVID-19 en las primeras 15 semanas será de 1.900 millones de dólares. (Imagen de Fusion Medical Animation)

Las pandemias y el transporte marítimo siempre han tenido una vinculación. El COVID-19, más conocido como coronavirus, está provocando graves afectaciones a la salud y a la economía del planeta. Este mes de marzo, el foco se está centrando en Europa y Estados Unidos, con miles de infectados. La Organización Mundial de la Salud indicó el pasado 11 de marzo que 114 países habían registrado casos de la enfermedad. Y la cifra sigue creciendo, mientras los gobiernos están tomando medidas severas para atajar el aumento de los contagios.

Estos datos le sirvieron a la OMS para catalogar al COVID-19 como pandemia ese mismo 11 de marzo. Con todo, pese a las constantes cifras alarmantes, también hay terreno para la esperanza. China, foco inicial y país con más infectados, está comenzando a contener el virus después de la determinante actuación de su gobierno. Al igual que Corea del Sur, otro de los países que registró casos al principio de la crisis. Gracias a unas rápidas medidas, las autoridades de Seúl han podido mitigar los efectos.

Además de las afectaciones a la salud de las personas y a la espera de que las medidas de contención del resto de países y de la OMS vayan surtiendo efecto, el transporte marítimo de pasajeros y mercancías es uno de los ámbitos más afectados por las disrupciones que está causando el coronavirus a la economía mundial. La afectación del COVID-19 en este terreno es muy importante para todo el planeta, ya que el movimiento de mercancías por mar representa un 80 % del total.

 

El transporte marítimo de pasajeros y mercancías es uno de los ámbitos más afectados por las disrupciones que está causando el coronavirus a la economía mundial. (Imagen de Ronan Furuta)

Diversas entidades ya han valorado este impacto. Según datos de Sea Intelligence, el impacto económico del COVID-19 en las primeras 15 semanas será de 1.900 millones de dólares para el comercio marítimo. Por su parte, McKinsey & Company considera que, a 23 de febrero, el coronavirus había provocado un descenso del 1 % del volumen del tráfico marítimo mundial. Esta cifra superaba el total del crecimiento registrado en todo 2019, que fue del 0,7 %.

Con la extensión del coronavirus por Europa y Norteamérica, McKinsey & Company considera que las pérdidas semanales en los beneficios del transporte marítimo pueden llegar a los 350 millones de dólares.

El impacto en las rutas
Otro de los indicadores que muestran la afectación del COVID-19 ha sido el aumento de los blank sailings —viajes cancelados— por parte de las compañías de transporte marítimo. En especial, en aquellas rutas que tienen como origen los puertos de China que se vieron más afectados por el parón de la actividad económica en las peores semanas de la emergencia sanitaria en ese país.

De nuevo recurriendo a la información de Sea Intelligence, se han producido 111 cancelaciones en las rutas transpacíficas, de las cuales 48 son consecuencia del COVID-19, mientras el resto se contabilizaría como las habituales cancelaciones relacionadas con el Año Nuevo Chino. McKinsey & Company apunta que el 46 % de las salidas programadas en las rutas entre Asia y Europa fueron suspendidas. Por su parte, DHL en su Ocean Market Update de marzo de 2020 considera que la normalización de este tránsito desde Asia tardará semanas en producirse.

La consecuencia más evidente de este menor número de barcos navegando está siendo el desabastecimiento de algunas industrias clave, como la automoción o la industria tecnológica. En este sentido son ya diversas las fábricas de automóviles en Europa que han anunciado paros en su producción, como Nissan, SEAT o Fiat.

Pero no todo son malas noticias. Una vez superado lo peor en China, sus puertos ya están comenzando a recuperar el ritmo habitual de operaciones. Por ejemplo, Shanghai y Hong Kong funcionan a pleno rendimiento; Qingdao y Tianjin han empezado a operar a plena capacidad en la semana del 16 de marzo, pero aún tienen una eficiencia baja; mientras que Shenzen y Guangzhou trabajan al 90 % y 70 % de su capacidad, respectivamente. Sin embargo, el traslado del problema al otro extremo de la cadena, Europa y Estados Unidos, no augura una rápida recuperación de la actividad comercial.

La consecuencia más evidente es el desabastecimiento de algunas industrias clave, como la automoción o la industria tecnológica. (Imagen de Markus Spiske)

Si se busca cuantificar el impacto en el global de la economía, los datos deben revisarse de manera continua debido al avance del COVID-19. Pero, como indicativo de qué efectos ha tenido hasta ahora, McKinsey & Company apunta que, según los datos de finales de febrero, los siete países más afectados por la pandemia —China, Corea del Sur, Italia, Japón, Singapur, Irán y Alemania— representaban el 32 % del PIB mundial. Una cifra que irá al alza viendo el auge del virus en Estados Unidos y Europa.

Vistas todas estas afectaciones para el tráfico marítimo internacional, el Port de Barcelona ha anunciado la aplicación de una serie de medidas para mitigar este impacto negativo entre sus concesionarios y clientes. Las actuaciones están en línea con lo anunciado por la Comisión Europea, el Gobierno de España y la Generalitat.

La medida de aplicación más inmediata es la no penalización a las terminales en caso de no cumplir con los tráficos mínimos establecidos, siempre que sea por causas derivadas del coronavirus durante su período de expansión. Asimismo, el pago de la tasa de ocupación pasará a ser mensual, y no trimestral o semestral. De esta manera, se ayuda a las empresas a hacer frente a tensiones en su tesorería o problemas de liquidez. La medida se mantendrá hasta el 31 de diciembre de 2020.

Estas medidas van en la línea de las actuaciones que está desarrollado el conjunto del sector portuario que, en general, está adoptando medidas en las siguientes direcciones:

  • Desarrollar planes de contingencia y establecer servicios mínimos que aseguren la continuidad de operaciones.
  • Garantizar, en la medida de lo posible, la seguridad y la salud de los trabajadores portuarios.
  • Evitar que los controles impuestos puedan causar disrupciones adicionales a las cadenas logísticas, especialmente en lo que se refiere a servicios básicos y de primera necesidad.
  • En muchos casos, se están estableciendo restricciones a los buques de pasaje, cruceros y ferris.

En algunos casos, el sector marítimo también está intentando colaborar en el despliegue sanitario. En este sentido podemos mencionar, a título de ejemplo, la oferta del puerto de Tarragona de poner a disposición de las autoridades sanitarias un tinglado para los afectados por la pandemia o el ofrecimiento de GNV de transformar, en Génova, un ferry a buque hospital.

En cualquier caso, las crisis son útiles para extraer lecciones y mejorar en el futuro. Este COVID-19 ha enseñado al sector portuario y del transporte marítimo que, en sus estrategias para gestionar crisis futuras, deben contemplar estos escenarios con pandemias que afecten la economía global.

Una vez superado lo peor en China, sus puertos esperan iniciar la recuperación de sus operaciones

Transporte marítimo y pandemias, una vieja historia
Pese a la acertada sensación de estar viviendo unos momentos excepcionales, no es ninguna novedad que los medios de transporte se vean influidos por el estallido de pandemias. En las más recientes, los vuelos internacionales han sido un importante vector de contagio, como se ha visto con el propio COVID-19, pero también en el caso del SARS (2002-2003) o la Gripe A (2009).

En pandemias anteriores, el transporte marítimo tuvo este rol de principal vector de propagación de los virus. Por ejemplo, está el caso de la «gripe española» de 1918 que afectó a millones de personas. Pese a esta designación, el origen pudo estar en Kansas o Suiza, pero se asoció a España porque fue el primer país que informó sobre la enfermedad, ya que la mayor parte del planeta estaba bajo los efectos de la Primera Guerra Mundial.

La «gripe española» se extendió con rapidez como consecuencia del desplazamiento de pasajeros por todo el mundo en barcos y trenes. A todo ello había que sumar el movimiento de centenares de miles de soldados a consecuencia de la Gran Guerra. Algunos de los principales focos se dieron en puertos como los de Nueva York, Brest, Filadelfia, Freetown o Boston debido a que no se tomaron las medidas adecuadas para poner en cuarentena a posibles personas infectadas.

Si analizamos otra gran pandemia de la historia, como fue la Peste Negra del siglo XIV, se puede apreciar que sus vectores de propagación fueron las rutas comerciales de la época. La mayoría de los historiadores sitúan su origen en las pulgas de los roedores de Mongolia. Estos parásitos también saltaban a los humanos y su picadura inoculaba la enfermedad. De las estepas centroasiáticas pasó a China y desde allí comenzó a extenderse a través de la Ruta de la Seda y de los movimientos de los ejércitos mongoles.

Su llegada a Europa Occidental fue a través del transporte marítimo. Los mongoles de la Horda Dorada asediaron la ciudad de Caffa en 1346-1347. Entre sus tácticas de asedio figuraba el infectar a las poblaciones objetivo con la peste, toda una muestra de guerra bacteriológica en el medievo. Esta población era un enclave comercial genovés y la entonces ciudad-estado pactó la evacuación por mar de sus mercaderes.

Los genoveses creyeron que se alejaban de la furia de los guerreros mongoles, pero el verdadero peligro lo llevaban consigo. A las pocas semanas de salir de Caffa, octubre de 1347, arribaron al puerto siciliano de Messina. Muchos marineros habían muerto por la peste durante la travesía y otros desembarcaron enfermos. Por supuesto, en las bodegas de estos navíos también había ratas con las pulgas letales que bajaron a tierra.

Desde Sicilia, la enfermedad se extendió por toda Europa occidental. Primero, por la propia península italiana. A Francia, Inglaterra y la Península Ibérica llegó en el verano de 1348. A Oriente Medio la enfermedad también arribó a través de algunos de los principales puertos de la región, como San Juan de Acre o Sidón. Sin duda, un ejemplo histórico que nos recuerda que el COVID-19 no ha sido la primera pandemia sufrida por la humanidad.