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El comercio marítimo en la encrucijada: el futuro de la cadena de suministro

De los campos de batalla en Gaza y Ucrania a la guerra comercial, pasando por los aranceles a los productos chinos. En los últimos años se ha demostrado lo íntimamente ligados que están la geopolítica, el comercio internacional y el transporte marítimo.

Publicado el 27.09.2024

Jordi Torrent es el Director de Estrategia del Port de Barcelona.

El jefe de estrategia del Port de Barcelona analiza cómo están afectando los conflictos actuales a la cadena de suministro y al tráfico marítimo (iStock)

Desde que salimos de la pandemia del Covid-19, las disrupciones de las cadenas de suministro sustentadas en el transporte marítimo han acelerado la adopción de políticas proteccionistas en EE. UU. y la UE, con el objetivo de reducir la dependencia de la manufactura asiática y recuperar producción industrial. La reciente imposición de aranceles de hasta un 100% a la importación de vehículos chinos en EE. UU. es solamente un ejemplo de ello.

Dichas disrupciones (alargamiento de los tiempos de tránsito, fluctuaciones exageradas de los precios de los fletes marítimos, eliminación de escalas y reducción de la fiabilidad) han empujado a muchas empresas a cambiar de proveedores y de lugares de producción.

Países como Vietnam, Corea, India, México, Hungría, Indonesia, Turquía y Marruecos son algunos de los grandes beneficiados de estos cambios. En sectores muy estratégicos como el de los microchips, EE. UU. y la UE, liderada por Alemania, han acelerado los planes para desarrollar plantas de producción en suelo propio.

En otros sectores menos estratégicos, algunas empresas occidentales (pocas todavía), están recuperando producción industrial en suelo europeo y americano. China y otros países han respondido a los aranceles occidentales con medidas similares, aunque, de momento, no tan agresivas. El gigante asiático estudia ahora, por ejemplo, la imposición de aranceles a los productos lácteos y carne de cerdo de la UE.

Las últimas disrupciones del tráfico marítimo (alargamiento de los tiempos de tránsito, fluctuaciones exageradas de los precios de los fletes marítimos, eliminación de escalas y reducción de la fiabilidad), han empujado a muchas empresas a cambiar de proveedores y de lugares de producción.

Por otro lado, los conflictos en Ucrania y, sobre todo en Gaza, han alterado por completo la navegación marítima en el hemisferio norte, especialmente entre Asia y Europa (sin olvidar los problemas que arrastra el Canal de Panamá como consecuencia de la sequía persistente).

La inmensa mayoría de la flota portacontenedores, porta coches y, en menor medida, de graneles, utilizan desde hace ya más de ocho meses la ruta por el cabo de Buena Esperanza en vez de la más corta por el Mar Rojo, para conectar Europa y Asia, y evitar así los ataques hutíes a la navegación mercante en el Mar Rojo en solidaridad con los ataques a los palestinos de Gaza.

En el otro extremo del planeta, aprovechando la intensificación del cambio climático, Rusia y China estrechan la colaboración e incrementan la inversión en puertos, barcos, cartografía y sistemas de seguridad con el objetivo de convertir la Ruta Ártica en una vía de comunicación navegable durante unos meses al año similar a las del resto de los océanos del planeta.

Este mes de septiembre ha recorrido la ruta del Noreste un barco portacontenedores de casi 5.000 TEU de capacidad, el mayor en hacerlo nunca. Ya no sólo navegan las otrora glaciales aguas árticas barcos petroleros y graneleros. Ahora ya son, aunque todavía de forma embrionaria, barcos portacontenedores que transportan bienes de consumo de todo tipo.

Rusia y China estrechan la colaboración e incrementan la inversión en puertos, barcos, cartografía y sistemas de seguridad con el objetivo de convertir la Ruta Ártica en una vía de comunicación navegable (iStock)

¿Hacia dónde se dirige el mundo globalizado?

Los próximos meses serán claves para determinar hacia dónde se dirige este mundo globalizado que a principios de siglo parecía encaminado hacia una integración cada vez más intensa. La entrada de China en la OMC, en 2001, implicaba que más del 90% de la humanidad aceptaba las mismas reglas de las relaciones económicas internacionales basadas en una voluntad colectiva de avanzar hacia una liberalización cada vez más intensa del comercio internacional.

Nadie dudaba, por entonces, que el mejor camino para reducir la pobreza en el mundo era la promoción de los intercambios comerciales globales. Hoy en día, Europa y Estados Unidos, ya no parecen tan convencidos de ello, o simplemente, tienen otras prioridades.

El transporte marítimo fue uno de los principales factores que permitieron hacer realidad dicho sueño, gracias a que alcanzó una elevadísima fiabilidad, al crecimiento extraordinario de sus dimensiones y a la contención y reducción del coste del transporte marítimo hasta convertirlo en casi insignificante para muchos sectores.

Sólo desde la entrada de China en la OMC en 2001, las dimensiones de los buques portacontenedores se multiplicaron casi por tres. De los barcos de 9.000 TEU de capacidad a los actuales de más de 24.000. El incremento de las dimensiones había mantenido los costes del transporte marítimo bajo mínimos, hasta que, hace casi ya un lustro, estalló una cadena de disrupciones que parece hoy interminable.

Fue entonces también cuando la conocida fiabilidad del transporte marítimo, especialmente en contenedor, empezó a declinar significativamente.

El mundo, dos décadas más tarde, se encuentra en una encrucijada imprevista y los próximos meses serán decisivos para ver hacia dónde se encamina la globalización, el comercio internacional y, por ende, el transporte marítimo.

Con la entrada de China en la OMC en 2001, las dimensiones de los portacontenedores se multiplicaron casi por tres. De los barcos de 9.000 TEU de capacidad a los actuales de más de 24.000. Eso mantuvo los costes del transporte marítimo bajo mínimos, hasta que en 2020 empezó la cadena de disrupciones que parece hoy interminable. 

Harris, Trump y los aranceles

Las elecciones en EE. UU. de principios de noviembre no parece que vayan a cambiar excesivamente el escenario. Los dos candidatos, Kamala Harris y Donald Trump, parecen decididos a seguir con el camino iniciado durante el primer mandato de Trump de imposición de aranceles a la producción de terceros países, especialmente China. Ahora bien, en caso de ganar este último probablemente será más agresivo en algunas medidas y, de bien seguro, en la retórica que las acompañe.

La evolución de los conflictos en Oriente Medio y Ucrania, ocurra lo que ocurra los próximos meses o años (empeoramiento, enquistamiento, alto el fuego o armisticio) tampoco parece que puedan alterar el camino hacia cierta fragmentación de la globalización.

La industria marítima tiene frente a si un reto importante si no quiere seguir contribuyendo a la fragmentación de la globalización a la que estamos asistiendo y matar la gallina de los huevos de oro que ha alimentado su crecimiento y ha convertido a esta industria en uno de los pilares de la economía mundial.

Debe contribuir en la medida de lo posible a mantener unos niveles sostenibles de fiabilidad, precios y sana competencia y ayudar a que las cadenas de suministro internacionales recuperen la competitividad que las caracterizó desde finales de los años ochenta hasta la salida de la pandemia del Covid-19.

Las elecciones en EE. UU. no parece que vayan a cambiar excesivamente el escenario. Los dos candidatos, Kamala Harris y Donald Trump, parecen decididos a seguir con la imposición de aranceles a la producción de terceros países, especialmente China (iStock)

Los ganadores del desacoplamiento entre Occidente y China

Ahora bien, hay que valorar en su justa medida la cuestión de la fragmentación de la globalización. Esta es todavía muy embrionaria y las estadísticas portuarias de las grandes dársenas del mundo así lo indican.

Si nos atenemos al origen y destino de los volúmenes principales de comercio internacional y tráfico marítimo (especialmente contenedores) que gestionan, los intercambios intra-asiáticos y de Asia (China, sobre todo) con EE. UU. y la UE son todavía los predominantes.

Si nos fijamos en otros segmentos de tráfico marítimo como son los coches, el dominio asiático empieza a ser también abrumador tras la incorporación de las marcas chinas al sector exterior a remolque de las japonesas y coreanas y liderando el segmento eléctrico.

Como hemos señalado al principio, hasta ahora, los grandes beneficiados del tímido desacoplamiento entre las economías occidentales y China son países del sureste asiático (Vietnam, India, Tailandia, Myanmar, Indonesia), Corea, Turquía, Marruecos y México, por citar algunos.

Los grandes beneficiados del tímido desacoplamiento entre las economías occidentales y China son países del sureste asiático (Vietnam, India, Tailandia, Myanmar, Indonesia), Corea, Turquía, Marruecos y México.

Energía y combustibles fósiles

En el sector de los graneles, la guerra en Ucrania y las sanciones occidentales a Rusia, han elevado todavía más si cabe el liderazgo de las monarquías del Golfo (también en Asia) como proveedores esenciales de petróleo y gas natural de Occidente y las economías de Extremo Oriente.

Países como Arabia Saudí, Qatar y los Emiratos Árabes Unidos, han visto crecer los beneficios de la extracción y exportación de combustibles fósiles los últimos años de forma extraordinaria.

EE. UU, a diferencia de la UE, es más o menos autosuficiente en el ámbito de la energía, en parte gracias a la extracción de combustibles fósiles mediante el fracking. De hecho, por primera vez en 2019, EE. UU. produjo más energía de la que consumió.

Rusia por su parte, a pesar de todo, sigue siendo uno de los principales proveedores no sólo de los gigantes asiáticos, sino también de algunos países europeos.

La UE, para poder competir globalmente y recuperar parte de su antiguo liderazgo industrial, partiendo de un retraso tecnológico y una gran dependencia externa energética, debe cambiar completamente el rumbo como señalaba el recientemente publicado informe Draghi (iStock)

El liderazgo europeo en el tráfico marítimo

Así pues, el objetivo que parecen buscar EE. UU. y la UE de recuperar una sustancial soberanía económica y, sobre todo, manufacturera, parece todavía muy lejos, más en el caso europeo que en el americano, que ha sabido conservar el liderazgo tecnológico en muchos sectores.

La UE, para poder competir globalmente y recuperar parte de su antiguo liderazgo industrial, partiendo de un retraso tecnológico y una gran dependencia externa energética, debe cambiar completamente el rumbo como bien señalaba el recientemente publicado informe Draghi (más integración europea presupuestaria y fiscal, incremento sustancial de la productividad, mejor compatibilización de los objetivos de descarbonización y de reindustrialización, etc.).

El transporte marítimo, especialmente en contenedor, sorprendentemente (visto el cariz que ha tomado la globalización las últimas décadas) todavía dominado por empresas de matriz europea, con cuatro navieras en el top 5, MSC, Maersk, CMA-CGM y Hapag-Lloyd), podría ser un buen aliado en este camino.